Las cicatrices, esas marcas de la vida que nos hacen débiles, fuertes, impredecibles, metafísicos, felices o tristes, pero que en todo momento nos convierten en seres más completos y con la sabiduría adquirida de llevar menos equipaje en cada viaje. No hay día en que las marcas de la vida no te recuerden el dolor, la felicidad o la tragedia, esas marcas que son la línea del ecuador que separa el ser de la nada. Y quizá, sea necesario preguntarnos acerca del rol de la nada en nuestras vidas.
Las mañanas pueden ser la odisea de la vida, cargar energía y volver a creer en que hay más desafíos que romper. Caminar por las calles y escuchar a jóvenes sin rumbo intentando filosofar inconscientemente acerca de la irresponsabilidad, la estupidez y el vacío de sus vidas, basándose en una sola afirmación: «Yo no pedí nacer». Pues bien, somos aquello que hicieron con nosotros, y si un padre o madre no te dio la oportunidad de abrir los ojos para entender que el sólo hecho de respirar, gozar, amar o caminar son las maravillas de la odisea de la vida, entonces es momento de dar los primeros pasos en busca de las primeras cicatrices que le den sentido a tu nacer.
Las cicatrices son la excusa perfecta para levantar la mirada en los tiempos de crisis, en esas tormentas emocionales que invaden el café tinto de la mañana. ¿Qué sigue? Tal vez terminar ese café tinto y luego renacer como aquel individuo sin luz en los ojos pero con una maravillosa sonrisa que vemos cada mañana al subir al metro, al auto o al transporte que lleva tu cuerpo pero no tu alma. Hemos caído muchas veces, tenemos cicatrices de distintas batallas, rastros inapelables para sentirnos orgullosos de saber que sí estamos viviendo; y si reencarnamos en otra vida, pues las cicatrices serán parte de ese recuerdo vivido.
Ahora bien, si existe dificultad en encontrar cicatrices, no es tarde; es momento de que empieces a vivir sabiendo que en tu viaje habrá heridas que querrás sanar con pastillas o vendas, pero luego te darás cuenta de que esas heridas se sanan en cada viaje, en cada copa de vino, en cada batalla y en cada ser humano que te ayuda a recordar que tu herida será la maravillosa cicatriz de tu existencia.



