¿Cuándo llegará el momento de cambiar cheques por valiosas horas con nuestros hijos? Horas que perdemos intentando hacer que la empresa de un desconocido siga generando activos y no pasivos.
Estamos hasta el cuello con la frase anónima de «vivir para trabajar». Damos todo nuestro valioso tiempo para intentar encajar o arrancarle una sonrisa al dueño de nuestro tiempo, nuestro jefe.
Y si no es ahora, ¿cuándo? ¿Cuándo entenderemos que la enfermedad no debería ser el argumento para cambiar a una mejor vida? Una vida con los tuyos, con esa compañera que abandonaste en el rincón del olvido, pero con la excusa perfecta: «Hay que pagar las cuentas».
No sabemos nada acerca de la muerte y, sin embargo, nos empecinamos en nombrarla, sacrificando la palabra «vida». Creemos ser dueños de los problemas y, por tanto, los únicos «agraciados» en bañarnos con manjares de negatividad, tragedia y muerte.
Y si no es ahora, ¿cuándo? ¿Cuándo podremos disfrutar de un amanecer o un crepúsculo sin las peligrosas y tóxicas palabras: estrés, depresión, ansiedad, violencia? Cada una de ellas, a la espera de ser la protagonista perfecta de nuestra muerte en vida.
Las palabras tóxicas han creado un mundo donde las relaciones humanas ya no son parte de la construcción de pensamientos, habilidades, sentimientos o emociones positivas. Ahora, se exhiben en una tienda virtual donde puedes comprarlas con tarjetas de crédito o criptomonedas. Y decimos: «¿Para qué enamorarnos? En internet está todo».
Sin embargo, las personas necesitamos volver a encontrar el humanismo, darles las migajas a las inteligencias artificiales y empoderarnos de la inteligencia emocional para volver a ser seres con miedos, sentimientos, alegrías, risas y llantos. Necesitamos más tiempo de vida con los nuestros y no con los desconocidos. De eso que se encargue un «humano artificial».

